EL ARTE COMO FILOSOFIA

 


(PUBLICADO EN EL CUADERNO - el cuadernodigital.com- MAYO 2023)

¿Qué tienen en común:  unas cajas que no pueden diferenciarse de las que podemos encontrar en un supermercado (Warhol); un urinario con firma (Duchamp); un cuadro blanco sobre fondo blanco (Malevitch); un tiburón sumergido en formol en una vitrina (Damian  Hirt); unas sillas pegadas a la pared con una leyenda con la definición de silla (Kosuth); alguien envuelto en una manta de fieltro y encerrado durante tres días  en el espacio de una galería con un coyote salvaje (Beuys);  unas latas que contiene  heces de distintas artistas (Manzoni); una cama totalmente descuidad repleta de objetos de dormitorio  (Tracey Emin);  un montón de bicicletas apiladas en difícil equilibrio (Ai Weiwei); una mujer de pie, junto a una mesa con múltiples utensilios (alcohol, sierra, vasos, platos, velas,…), que soporta estoicamente  todo lo que los espectadores quieran hacerle con esos objetos (Marina Abramovic); un video de alguien tocando una sola nota con un violín durante 9’, unos ladrillos amontonados, unas placas de metal en bruto colocadas directamente en fila en una galería?. Todo es arte.

Claro que son legión los que no admiten que estos objetos y acciones son artísticas. Quizá prefieran calificarlas como despropósitos, engaños, banalidades, basura u ocurrencias.  Son los forofos de un universo artístico atiborrado de cuadros que ilustran paisajes, rostros, bodegones, escenas diversas; apasionados del arte figurativo, de las inercias estéticas de una experiencia anclada en la contemplación de lo bello, lo placentero, lo gratificante.

La estética que sitúa a la belleza en el centro de sus especulaciones teóricas fue elaborada en el siglo XVIII, entre otros por el periodista y crítico de arte inglés Joseph Addison (1672-1719), quien aseguraba en su obra Los placeres de la imaginación (1712) que “encontramos la belleza en distintas producciones del arte y de la naturaleza […] que excitan en nosotros un deleite secreto, y una especie de tierna afición a los objetos en las que la descubrimos. Esta belleza consiste, o en la alegría y variedad de colores, en la simetría y proporción de las partes, en la ordenación y disposición de los cuerpos, o en la adecuada concurrencia de todas estas prendas. De todas estas diversas clases de belleza ninguna place más a la vista que los colores”. Pero es Kant (1724-1806), en su Critica del Juicio, el que proporciona profundidad y enjundia filosófica a estos conceptos de belleza, juicio de gusto o sentimiento de placer. Si bien es cierto que Kant no seguía el criterio de Hume (1711-1776), quien consideraba que la sensibilidad para apreciar la belleza se incrementa con la práctica de juzgar y comparar obras de arte, y por lo tanto recomendaba esas actividades para llegar a ser un experto competente (al parecer Kant, poco proclive a salir de Königsberg, vio pocos cuadros y menos estatuas). La Critica del Juicio es el gran texto ilustrado sobre los valores estéticos de la época. Sin embargo, sus criterios sobre el gusto y la belleza estaban circunscritos a los valores estéticos de la época, por lo que difícilmente podrían aplicarse al arte actual.

Un prototipo de estas personas nostálgicas de la belleza podría ser Marcos, uno de los tres personajes de la famosa obra de teatro Arte de Yasmina Reza (1959). En ningún caso estaría dispuesto a reconocer a los objetos y acciones señalados anteriormente como arte. Su visión del arte está cargada de prejuicios y lugares comunes: “¿Has pagado cinco millones por esa mierda?”, le espeta a su amigo Sergio cuando éste le informa que ha adquirido un cuadro de “metro setenta por metro veinte, pintado de blanco. El fondo es blanco y si entornamos un poco los ojos, podemos percibir unas finísimas líneas blancas transversales”.  “Esta mierda” es sin dudad una expresión a la vez descriptiva (esto esta fuera de la definición de arte) y valorativa (nula calidad del objeto como objeto artístico). Esta reacción es bastante representativa de una actitud dominante ante determinadas manifestaciones del arte actual. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué es arte?, o mejor ¿qué hace que “algo” (un objeto, una acción, una práctica) sea arte?, o como inquiría Nelson Goodman (1906-1998), ¿cuándo hay arte? Encontrar una definición precisa de arte que nos proporcione una frontera nítida que separe lo que queda dentro y fuera del arte es tal vez una búsqueda inútil, dada la variedad y multiplicidad de lo que hoy son las manifestaciones artísticas, así como la constante aparición de otras nuevas. La belleza ya no es el criterio central, la categoría estética predominante. No parece que una concepción emotiva, sensualista, pueda dar cuenta de las manifestaciones actuales del arte.  Lo que es evidente es que los criterios estéticos más tradicionales no son válidos para juzgar el arte. Hoy estamos frente un arte de ideas y conceptos más que de valores técnicos formales o estéticos. Un “arte de la mente” más que de los sentidos. ¿Un arte sin estética?

El arte que representan los distintos objetos, acciones señaladas arriba evidencian un interés por superar la producción de belleza o las experiencias estéticas placenteras o agradables.  Es un arte conceptual, filosófico, que utiliza distintos medios como performances, videoarte, fotografías, filmes, nuevos medios híbridos y que abandona los materiales más convencionales. En cierta medida es un arte desmaterializado. El artista se asemeja más a un pensador que un constructor de objetos, y por lo tanto cobra relevancia la hermenéutica de la obra de arte, su interpretación, su contenido semántico. Un significado, o una multitud de significados, al que contribuyen tanto el artista como los críticos o los espectadores. ¿Cómo hacer arte con ideas? puede ser, en cierto modo, la pregunta clave para el artista. No se trata de describir el mundo, sino de construirlo. Las obras de arte se convierten en actos performativos.

No son las propiedades observables las que nos señalan cuándo hay arte, señala el filósofo y crítico de arte Arthur Danton (1924). El “bautismo” como obra de arte es un complejo entramado de prácticas y relaciones en el que intervienen las intenciones e ideas del artista, el significado de la obra, las instituciones que conforman el mundo del arte, el contexto cultural y social en el que se produce la obra y que es capaz de atrapar esos nuevos conceptos estéticos que se van generando.

Señalaba Duchamp (1887-1968) que “el deleite estético es el peligro que hay que evitar”.  Sin duda esto suena a herejía para los partidarios de un arte emocional, sensual, contemplativo, romántico. Estos, sin duda, apreciaría las palabras del pensador escocés Flint Schier (1953-1988) cuando argumentaba que “Quienes admiten que una taza de plástico o un montón de ladrillos pueden ser obras de arte […] demuestran que no saben de qué están hablando, […] sencillamente no es concebible que el universo artístico pueda desarrollarse en torno a tazas de plástico, montones de ladrillos y así sucesivamente”.

Pero el arte moderno-contemporáneo se caracteriza por la pluralidad y la diversidad. Las corrientes relevantes del mismo, como las representadas por las obras citadas, aceptan y aplauden el postulado duchampiano, y entienden que los objetos y acciones artísticas son portadoras de intención y significado, que poseen un claro contenido teórico-filosófico. El arte se muestra como un modo enérgico de hacer filosofía.  

 


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