LA FELICIDAD, SEGÚN BERTRAND RUSSELL (I)
Bertrand Russell (1879-1970) es uno de los pensadores
ingleses más populares y relevantes del siglo XX. Desplegó su pensamiento en
muy distintas áreas del conocimiento, pero fueron sus aportaciones en el campo
de la lógica y de la filosofía del lenguaje las que le proporcionan una mayor reputación
y solidez como filósofo. Todo estudiante de filosofía y de análisis del
lenguaje acaba por tener grabada en sus neuronas una de las oraciones más
famosas de la historia de la filosofía contemporánea: “El actual rey de
Francia es calvo”, que Russell utilizó para dar a conocer su teoría de las Descripciones
Definidas, seguramente su aportación más solvente en el campo de la
filosofía. Pero sus amplios intereses le llevaron a escribir sobre casi todo:
lógica, matemáticas, teoría del conocimiento, divulgación científica, política,
matrimonio, moral o religión (critico mordaz del cristianismo). Fue premio
Nobel de literatura en 1950, y conoció la cárcel durante la 1ª guerra mundial
por su activismo pacifista. Su subjetiva e incisiva Historia de la Filosofía
Occidental sigue siendo un libro de culto para los interesados por la
filosofía, y en su tiempo le reportó suficientes ingresos para reflotar su
maltrecha economía.
Parece lógico esperar que tan prolífico pensador tuviese
algo que decir sobre la felicidad. Russell no es un hedonista
clásico al modo de Jeremy Bentham (1748-1832) o John Stuart Mill
(1806-1873), aunque nos advierte ha escrito de la felicidad “como
hedonista, es decir, como alguien que considera que la felicidad es el bien”.
Sus ideas sobre la felicidad se enmarcan en su concepción de la moral. Junto
con su colega de Cambridge G.E. Moore (1873-1958) consideraba que no hay
conocimiento moral, que los juicios morales no son juicios sobre la naturaleza,
no son conocimiento científico. La moral es subjetiva, nace de los deseos, de
la armonización de los deseos contradictorios. Russell estima que la naturaleza humana
es dual: el deseo y el conocimiento, y ambos campos no pueden confundirse. De
ahí su oposición a conceptos morales universalistas al modo del imperativo
categórico kantiano (“Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de
tu acción se convierta en una ley universal”). Para Kant (1727-1804)
lo importante no es la felicidad, sino “ser dignos de la felicidad”. En cambio,
Russell, más sensualista y optimista, nos plantea que “la receta de
la felicidad es muy sencilla”, y nos descubre sus secretos en su libro La
conquista de la felicidad (1930).
Russell es un inglés pragmático, quiere ayudarnos en
la conquista de la felicidad, de ahí que no se dedique a una reflexión
filosófica abstracta sobre ¿qué es la felicidad?, sino que desde el primer
momento nos propone un análisis, con numerosos consejos, sobre las dos vertientes
del asunto: a) Las causas de la infelicidad y b) Las causas de la
felicidad.
Es consciente de que hay causas de infelicidad ajenas al
individuo, que tienen que ver con el sistema social, sin embargo, quiere
centrase en los aspectos de la psicología individual y de las creencias
que son motivos de infelicidad: “la infelicidad se debe en gran medida a
conceptos del mundo erróneos, a éticas erróneas, hábitos de vida erróneos, que
conducen a la destrucción de ese entusiasmo natural, ese apetito de cosas
posibles del que depende la felicidad”. Considera que las causas psicológicas
de la infelicidad son “muchas y variadas”, pero cree que son pocos los
que eligen ser infelices, que la mayoría prefieren ser felices a desgraciados.
Como primera causa de
infelicidad señala la “Competencia”, la excesiva importancia que se le
da al éxito competitivo como fuente de felicidad: “La lucha por la vida, en
realidad quiere decir lucha por el éxito […] Lo que sostengo es que el éxito
únicamente puede ser un ingrediente de la felicidad, y saldrá muy caro si para
obtenerlo se sacrifican los demás ingredientes”.
El “Aburrimiento” es otra de las causas. Considera
que es un contraste entre las circunstancias actuales y otras circunstancias
más agradables que solo están en nuestra imaginación. Asegura que lo contrario
del aburrimiento no es el placer, sino la excitación, y que “ahora
nos aburrimos menos que nuestros antepasados, pero tenemos más miedo de
aburrirnos”. Muchas personas se vuelven incapaces de soportar la “el
aburrimiento fructífero”, y necesitan estar permanentemente excitadas con
diferente variedad de impresiones. Sostiene que “una vida feliz tiene que
ser, en gran medida una vida tranquila”.
Otras dos razones poderosas de infelicidad son la “fatiga
emocional” y la “envidia”. Para combatir la fatiga emocional, las
preocupaciones, es básico tener una mejor filosofía de vida y mayor disciplina
mental: “la mayoría de las personas son incapaces de controlar sus
pensamientos”. Frente a la envidia se alegra de que, “por fortuna existe
una pasión humana que la compensa: la admiración”. Así que Russell aboga
por aumentar la admiración y reducir la envidia.
Fiel a su crítica al cristianismo, considera que “el
sentimiento de pecado” es otro motivo relevante de infelicidad. Una ética
racional debe considerar loable proporcionar placer, “incluso a uno mismo
[…] el hombre virtuoso ideal sería el que permitiera el disfrute de todas
las cosas buenas, siempre que no tengan malas consecuencias que pesen mas que
el goce”. También el “Miedo a la opinión pública” es origen de
infelicidad: “como regla general, uno debe respetar la opinión pública lo
justo para no morir de hambre y no ir la cárcel, pero todo lo pase de ahí es
someterse voluntariamente a una tiranía innecesaria, y lo mas probable es que
interfiera en la felicidad de mil maneras”.
Una vez caracterizada la persona desdichada, Russell se
propone mostrarnos las singularidades del hombre y la mujer felices.
(próxima entrada del Blog: La felicidad, según Bertrand
Russell (II)
Bibliografía
Bertrand Russell. La conquista de la felicidad.
DEBOLSILLO, 2016
Fernando Broncano. Russell. Conocimiento y felicidad.
Prisanoticias Colecciones, 2021
Alan Wood. Bertrand Russell. El escéptico
apasionado. Aguilar, 1967
Comentarios
Publicar un comentario