EXISTENCIALISMO Y PERSONALISMO COMO HUMANISMOS
Humanismo es un término que designa diferentes sensibilidades o corrientes filosóficas. Las contribuciones de pensadores como Feuerbach, Marx, Bertrand Russell, y la alianza con la ciencia, han contribuido a consolidar un humanismo ateo, secular (Ver entrada del Humanismo sin Dios).Una variante singular de este humanismo sería el Existencialismo.
Jean-Paul Sartre (1905-1980), máximo representante de los existencialistas ateos, proclama que su Existencialismo en un humanismo, aunque recela del humanismo clásico que toma al hombre como fin en sí mismo y como valor superior, y niega la posibilidad de una esencia, de una “naturaleza humana” previa a la existencia.
La base del existencialismo sartriano es considerar que si
Dios no existe “hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la
esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y
que este ser es el hombre. […] el hombre no es otra cosa que lo que él se hace”.
Para explicar esa anterioridad de la existencia, Sartre recurre a la analogía
del artesano: cuando se fabrica un abrecartas, el artesano tiene un concepto de
este instrumento, posee una idea clara de su uso, conoce su esencia. La esencia
del abrecartas precede a su existencia.
Si se concibe un Dios creador, éste actúa como un artesano, sabe con precisión
lo que crea, conoce la esencia de lo creado. Pero si se suprime la noción de
Dios la esencia ya no precede a la existencia, “el hombre empieza por no ser
nada. Solo será después, y será tal como se haya hecho”.
Para Sartre, “el existencialismo no tomará jamás
al hombre como fin, porque siempre está por realizarse”, pero asegura que el
existencialismo es un humanismo ya que “recordamos al hombre que no hay otro
legislador que él mismo, y que es en el desamparo donde decidirá sobre sí mismo”.
Sartre proclama con contundencia
que “El existencialismo no es otra cosa que un esfuerzo para sacar todas las
consecuencias de una posición atea coherente”.
En la misma época en que Sartre desarrollaba sus ideas, otro pensador francés, Emmanuel Mounier
(1905-1950), trataba de restablecer, en unos momentos convulsos, una nueva
confianza en lo humano a través de su filosofía personalista y comunitaria.
Muchos pensadores cristianos se sintieron especialmente
alarmados por las ideas de intelectuales ateos de gran
influencia e impacto social como Marx, Nietzsche y Freud. Paul Ricoeur (1913-2005), filósofo
integrante del movimiento personalista y colaborador en la revista Esprit,
fundada por Mounier, calificó a estos tres pensadores de “maestros de
la sospecha”. Los tres cuestionan la noción de hombre sostenida por la filosofía
moderna, y por lo tanto sospechan que la sociedad occidental está sostenida
sobre una falacia, aunque cada uno critica aspectos distintos con argumentos
diferentes. Para Marx serían las relaciones de producción las que dan
las claves para entender la historia de la humanidad; Freud centra su
sospecha en el interior del hombre, en el inconsciente; mientras que Nietzsche
proclama que Dios ha muerto, y el hombre necesita superar su finitud con una
voluntad de poder. Y los tres coinciden en su ateísmo y están convencidos de que
Dios es una herramienta inventada para alejar a las personas de la realidad y
de la razón.
Frente a estos planteamientos, contra el ateísmo militante
que traza una defensa del hombre enfrentada a la existencia de Dios, Mounier
plantea un humanismo entendido como fe en el hombre que debe ocupar el
centro de la realidad del mundo. Al hombre le atañe un valor absoluto y ha de ser tratado siempre como fin y nunca como medio.
El personalismo es una filosofía que recoge la preocupación
radical por el ser humano presente en el cristianismo. El concepto de persona
está muy vinculada a las reflexiones teológicas, y Mounier la define
como “ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia
mediante su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados en una
constante conversión: unifica así toda su actividad en la libertad y
desarrolla, por añadidura a impulsos de actos creadores, la singularidad de su vocación”.
Para el personalismo el ser humano no puede
entenderse sólo desde un planteamiento biológico, materialista. Su concepción del
hombre es dualista, la mente no puede reducirse al cerebro, el hombre supone
una ruptura con lo biológico. El
personalismo recoge los elementos esenciales de la antropología cristiana como
la creación del mundo desde la nada y el destino eterno de la persona; el
hombre es un ser libre, no existe la dictadura del destino; el hombre, como
persona, es creado a imagen de Dios. Sin duda, el personalismo también se nutre
de la filosofía kantiana al considerar al hombre como un fin-en sí que
no está sujeto a ninguna arbitrariedad y que posee una dignidad inherente.
Para Mounier lo característico de la condición humana
es estar encarnado, es decir que el alma del ser humano está limitada
por la realidad sensible: “No puedo pensar sin existir, ni tampoco ser sin
mi cuerpo…gracias a el escapo de la soledad de un pensamiento…me lleva sin
cesar fuera de mi en lo problemático del mundo y de las luchas del hombre”.
Pero Mounier no es un filósofo de salón. Mantiene una
vertiente social y un recio compromiso comunitario. Comparte plenamente
la celebérrima tesis de Marx de que “la misión de la filosofía no es
interpretar el mundo sino transformarlo”, y aunque insiste en su critica al
materialismo marxista, abogaba por mantener un compromiso en defensa de la
mejora social y de la lucha obrera. Mounier se propone cambiar los
valores de un mundo caduco, con un espíritu revolucionario que nace de su fe, considera
que la ética comunitaria da su verdadero sentido al personalismo.
La etiqueta humanista sigue adherida a muchas corrientes filosóficas y políticas. El humanismo cristiano ha dado soporte ideológico a muchos partidos del espectro político de la derecha, aunque también a movimientos cristianos de carácter comunitario e izquierdista. Quizá el punto de encuentro de todas las variantes, ateas y cristianas, sean las legislaciones positivas de los países democráticos, y las cartas internacionales de defensa de los derechos humanos.
Bibliografía
Jean-Paul Sartre. El Existencialismo es un Humanismo.
Edhasa, 1999
Agustín Domingo Moratalla. Un humanismo del siglo XX:
El Personalismo Ediciones Pedagógicas,1985
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