CASIODORO DE REINA, EL HEREJE FUGITIVO
En el año 1562 la efigie de Casiodoro
de Reina (1520-1592) fue quemada en un auto de Fe en Sevilla. Había sido calificado
como heresiarca, maestro de herejes. Afortunadamente pudo esquivar la
contundente hoguera preparada por la Inquisición. Junto con otros doce
monjes del monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo había tomado,
cinco años antes, la decisión de abandonar Sevilla y dirigirse a Ginebra, donde
podían practicar su nueva fe protestante.
Desde su huida un hombre estuvo
obsesionado con capturarlo y reducirlo a cenizas: Felipe II. El Rey de
España se había convertido en el guardián de la esencia ortodoxa católica en
Europa, y mediante la Inquisición perseguía con saña cualquier atisbo de herejía.
Cuando Casiodoro huyó de Sevilla tenía
37 años. Había sido influenciado por los corrientes protestantes (luteranas y
calvinistas) que se extendían por Europa, y por los escritos de Erasmo de
Rotterdam (1466-1536), quien, aunque no se adhirió formalmente a las tesis
de Martin Lutero (1483-1546), mantenía una calculada ambigüedad doctrinal,
acusado por los reformistas de papista y por los papistas de protestante. Casiodoro,
que ejercía un claro liderazgo en su convento, propició la conversión a las nuevas
ideas de la Reforma protestante de casi todos los frailes.
Los fugitivos llegaron a Ginebra
en 1557. Allí, por mediación de algunos exiliados españoles asentados en la
ciudad, pudo entrevistarse con Calvino (159-1564), a quien expuso sus
dos proyectos vitales: ser pastor de la iglesia calvinista y traducir la Biblia
al castellano. Naturalmente buscaba apoyo económico para poder realizar estos
planes.
Los monjes jerónimos no tararon
en sentirse incómodos con el rigorismo ginebrino y las posiciones autoritarias
y ultraortodoxas de los calvinistas. Cuatro años los inquisidores calvinistas habían
condenado a la hoguera al teólogo y científico aragonés Miguel Servet (1509-1553):
no soportaban que Servet cuestionara el misterio de la Trinidad. La tolerancia
y la libertad de conciencia no formaba parte del universo mental de la mayoría de
los católicos, calvinistas y protestantes del siglo XVI. Así que los monjes dejaron
Ginebra, y tas un breve paso por Frankfurt, recalaron en Londres a finales de
1558.
Inglaterra había retornado al
anglicanismo con la entronización de Isabel I en 1558. El breve reinado
de María Tudor, esposa de Felipe II, con su recatolización de Inglaterra
había finalizado, lo que propicio el retorno de muchos exiliados y la llegada a
Londres de protestantes perseguidos en otros países. Casiodoro, junto con sus
padres y hermana, se asentó en Londres con el doble propósito de fundar una
iglesia española y traducir la Biblia.
Tras un periodo de adaptación y discreción,
en el que al tiempo que celebraba servicios religiosos con un grupo de
españoles en una casa privada y trabajaba en la traducción de la Biblia, mantenía
una intensa pero discreta actividad política para lograr que el obispo de
Londres, Edmund Grindal, responsable de las iglesias de refugiados, aceptase
la institucionalización de la iglesia española. Sus enemigos, sin embargo, seguían
atentos sus pasos: los espías españoles informaban a Felipe II de sus actividades
y pretensiones, y los calvinistas ortodoxos difundían rumores y sospechas sobre
su heterodoxia servetiana. Pero finalmente la Confesión de fe redactada
por Casiodoro, que definía el perfil de la iglesia española, con los
dogmas de fe a los que se atenían sus miembros fue aceptada por el obispo de
Londres, quedando así reconocida oficialmente la iglesia calvinista española.
En 1561 se casó con Ana, la hija
de un comerciante de origen español residente en Frankfurt. Ese mismo año participó
en el célebre Congreso de Poissy convocado para poder evitar la guerra
civil entre los hugonotes (calvinistas franceses) y los católicos. Nada pudo
hacerse, y la guerra civil en Francia estalló poco después. Casiodoro tuvo ocasión durante ese viaje de
estrechar lazos con eminentes personajes del mundo intelectual europeo de la época.
Con su amigo Antonio del Corro, que fue monje en San Isidoro del Campo, visitó
la zona hugonote del Perigord. A pocos kilómetros, Michael de Montaigne
(1533-1592), había comenzado sus Ensayos encerrado en su Torre. Con su
mirada escéptica se lamentaría de la intolerancia religiosa, y aunque se
mantuvo oficialmente católico no dejo de señalar que “Somos cristianos por la misma razón
que somos perigordianos o alemanes”. No parecía demasiado quisquilloso en materia de religión.
Casiodoro disfrutó en Londres de
un breve periodo de relativa tranquilidad, que aprovechó para avanzar en su
proyecto de traducción de la Biblia. Sin embargo, sus enemigos no descansaban,
y en 1563 se presentó una denuncia ante el obispo de Londres que lo acusaba de
abuso sexual de un muchacho. La denuncia había sido fabricada por los servicios
secretos de Felipe II en Londres, y fue instrumentalizada también por sus
enemigos calvinistas ortodoxos, quienes relanzaron sus acusaciones de que era
partidario de las doctrinas de Servet. Frente a estas acusaciones de sodomía,
adulterio y herejía, no tuvo más salida, dado que estos delitos implicaban la
pena de muerte, que salir precipitadamente de Londres. La iglesia española quedó
desmantelada. Él se instaló inicialmente en Amberes. Durante los siguientes
tres años vagó por Amberes, Frankfurt, Heidelberg, Estrasburgo y Basilea, en
todo momento asediado por los esbirros de Felipe II, quien había puesto precio
a su cabeza.
Permaneció en Basilea entre 1567
y 1569 ultimando la publicación de la Biblia. Tras diferentes vicisitudes y un
primer intento de publicación, que fracaso por la muerte del impresor, logró,
con el apoyo financiero del judío converso, mercader y banquero, Marcus Pérez,
que ya le había ayudado en múltiples ocasiones desde su huida de Sevilla, publicar
su traducción. Se imprimió en el taller de Thomas Guarin, en Basilea. Se
imprimieron 2600 ejemplares y se utilizó una marca tipográfica de otro impresor,
Samuel Biener, Apiario. Esta marca contenía un oso que intentando
alcanzar un nido de abejas colgado en un árbol. Esta es la razón de que la Biblia
de Casimiro de Reina fuese conocida como la Biblia del Oso. Casiodoro vio
así culminado su trabajo. La primera traducción de la Biblia completa al
castellano le había requerido doce años de esfuerzo en inusuales e inhóspitas circunstancias.
La traducción de la Biblia a las
lenguas vernáculas había cobrado gran impulso desde la Reforma protestante.
Para los calvinistas y luteranos cada creyente debía acceder directamente a la
palabra de Dios sin intermediarios, sin los sacerdotes. La reacción de la Iglesia
católica vino con el Concilio de Trento (1545), una de cuyas
consecuencias fue prohibir las traducciones bíblicas a las lenguas vernáculas. Y
la Inquisición velaba por el estricto cumplimiento de estas prohibiciones.
Aunque el Santo Oficio no evitó la impresión, logró en buena medida la difusión
de la Biblia del Oso en España.
En 1578 Casiodoro fue invitado a
dirigir una comunidad luterana francesa en Amberes. Previamente firmó el
exigible documento de adhesión a los principios dogmáticos del luteranismo.
Unos meses antes se había desplazado a Londres para obtener su absolución de
los delitos de sodomía y herejía de los que fue acusado en 1563. Logró ve reconocida
su inocencia, pero tuvo que firmar un documento de adhesión a los principios dogmáticos
del calvinismo. Al parecer, y a pesar de sus críticos, Casiodoro navegaba sin
mucha dificultad teológica entre las aguas calvinistas y las luteranas.
Tras la caída de Amberes a manos
de los españoles, se refugió de nuevo a Frankfurt, donde murió en 1594. Había pasado
gran parte de su vida como fugitivo, perseguido por la Inquisición católica y
la ortodoxia calvinista.
Comentarios
Publicar un comentario