ALTRUISMO COMO HEDONISMO


 Al inicio de la Ética a Nicómaco, Aristóteles sostiene que “vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz”, y que en esta afirmación coinciden “tanto el vulgo como los cultos”. Dada la contrastada autoridad de Aristóteles en esta materia, parece razonable recurrir a la ética para estar al tanto de cómo vivir una vida buena, una vida feliz, del mismo modo que acudimos al médico o al farmacéutico buscando un remedio para la tos o el dolor de estómago.  Como señalaba G.E. Moorela ética es la investigación general sobre lo bueno”, o, como ampliaba Wittgenstein, “de la manera correcta de vivir, o de aquello que hace que la vida merezca la pena vivirse”. Todos buscamos el bienestar, una vida satisfactoria y gozosa. Ser feliz es el fin de la vida, y en cierta medida podría considerarse como un imperativo ético.

Pero no todas las éticas son éticas de la felicidad. Lo eran, cada una a su modo, las éticas griegas. Para Sócrates, Aristóteles, Epicuro o los estoicos, la vida buena era una vida virtuosa: la virtud es el camino a la felicidad. En cambio, Kant nos plantea una ética basada en el deber: la obligación moral consiste en cumplir los deberes. Unos deberes, unos valores que son autoimpuestos (el imperativo categórico), no proceden del exterior (heterónomos), y no comportan ninguna recompensa, no son un medio para alcanzar la dicha. La moral, señalaba Kant, no es la doctrina de como ser felices, sino de cómo hacernos dignos de la felicidad.

Pero la vida buena, la felicidad, sigue siendo el eje sobre el que pivotan gran parte de las propuestas éticas contemporáneas. Lo es la formulada por Arash Arjomandi1 en su sugestivo libro titulado Gozar la vida por medio de actos bellos. La actitud ética como atajo hacia la felicidad. El autor se propone “descubrir esas prescripciones o reglas para poder tener una vida buena, es decir aquella practicas cotidianas que sincronicen, de un modo sostenible, la satisfacción con la vida por un lado y el placer o deleite por otra”. Arjomandi constata que nos enfrentamos cotidianamente al dilema de perseguir el deleite cutáneo, epidérmico, sensorial, que es intensivo pero momentáneo o intentar “un plan de vida, es decir un conjunto premeditado de actos cotidianos, alineados con arreglo a estrategias a largo plazo que tiene la gran virtud y eficacia de ser duradero y permanente”.

Para resolver ese dilema e iniciar la búsqueda del “atajo a la felicidad”, el autor nos propone adoptar un criterio de elección tomada de la propuesta nietzscheana del eterno retorno: “deberías realizar únicamente aquellos actos de los que gustes ser autor o autora repetidas (quizá, infinitas) veces. Y, a su vez, deberías evitar aquellas acciones en cuya reiteración no quisieras verte relacionado”. Sin embargo, este criterio es meramente formal, no nos aclara cuáles son esos actos que deberíamos querer repetir indefinidamente.

A fin de poder orientarnos sobre este tipo de actos, el autor adopta un criterio empirista recurriendo a los descubrimientos de la neurociencia sobre el deleite que nos proporciona el poder aportar satisfacción a los demás, el placer que suministran los actos de valor intrínseco, aquellos que no buscan alcanzar un bien para uno mismo, sino para los demás.  El júbilo y el disfrute, el goce interior o placer inmaterial, la dicha y la delectación, la sensación de bienestar y satisfacción con la vida solo emergen en una acción- así lo sabe la ciencia de hoy- cuando la motivación de realizar esa acción sea inherente al acto en sí y no provenga de la esperanza en los beneficios que esta nos puede reportar”.

El autor nos muestra distintos estudios científicos que avalan la tesis de que las personas con hábitos altruistas que actúan favoreciendo a otras personas, tiene un aumento del beneficio emocional derivado de ese comportamiento empático, de modo que, si actuamos en beneficio de los demás, sin esperar retribución, aumentamos nuestra sensación de goce y bienestar.

El filósofo nos indica “que cualquier servicio que se realiza en clave ética, es decir que no se presta a cambio de algo, sino que se rinde sin retribuciones, es un rebasamiento del área finita del yo, un trascender mis siempre constreñidas necesidades y fines unir más allá de mi contingente ego, un exceder mi cerco o confín finito, un traspasar los límites de mi subjetividad”.  Las motivaciones que animan a las persones a realizar servicios desinteresados y anónimos está vinculada con la esperanza de futuro y la conexión empática con sus “extensiones”, sus allegados, descendientes, sus conciudadanos, la aldea global, la humanidad. Pero ese motor del altruismo no deriva del saber: “el saber no es condición suficiente para hacer”.  Solo un impulso de tipo anímico, un motor de naturaleza pasional es eficiente para la praxis ética. “El amor pasional es el móvil más eficaz de que disponemos, nuestra fuerza motriz más potente y el único motor que, en el terreno de la toma de decisiones éticas, nos mueve a elegir”.

Es el apasionamiento por lo humano donde reside, señala Arjomandi, “el envite de nuestra felicidad, el placer y la vida buena”. Pero este amor por lo humano deriva de su “ámbito atemporal y universal”, que esta ligado con la capacidad de nuestra especie para “ hacer aparecer, aun habitando en un mundo de partículas físicas sin sentido, una serie de fenómenos que rebosan ordenamiento lógico”. Se refiere a todas las construcciones sublimes que son las producciones racionales de la ciencia, las edificaciones legales y políticas, los códigos morales de convivencia, las creaciones artísticas: “¿No es algo sublime? ¿No es una descomunal belleza material?”.

Es esta pasión por lo humano, por todo lo construido en “un mundo físico, químico y biológico donde el sentido y la inteligencia brillan por su ausencia”, lo que nos impulsa a que en nuestra cotidianeidad elegiremos aquello que “contribuya a los intereses de la especie y de sus miembros . Entre tales intereses se halla, por descontado la salvaguarda y custodia del medio natural en el que habitamos” . Para Arash Arjomandi los servicios y actitudes filantrópicas “son el camino mas corto para gozar, de una forma sustentable e independiente, de la vida”. La inversión en los demás, la empatía, el conmoverse por el dolor ajeno es fuente de placer, de felicidad.

 

1.        1. Arash Arjomandi nació en Teheran en 1970, pero desde la infancia tuvo queexiliarse en España junto a su familia. Es discípulo de Eugenio Trías. Es profesor de la EUSS (Universidad autónoma de Barcelona)

 

Bibliografía:

Arash Arjomandi. Gozar por medio de actos bellos. La actitud ética como atajo a la felicidad. Pre-Textos, Valencia, 2017

 

 

 

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