EL UTILITARISMO: LA ARITMÉTICA DE LA FELICIDAD
El utilitarismo del siglo XIX, representado por los filósofos ingleses Jeremy Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873, constituye una versión revitalizada de la filosofía moral del hedonismo clásico. Sostiene que la búsqueda de la felicidad, del placer, es lo que mueve a los hombres a obrar, aunque a diferencia del epicureísmo incorpora un componente comunitario, de modo que el fin de la moral sería alcanzar la máxima felicidad para el mayor número de personas: la felicidad de la mayoría.
A diferencia de otras éticas más centradas
en los fines, en el perfeccionamiento moral, el utilitarismo es una filosofía consecuencialista,
en la medida que son los resultados de las acciones los que definen
los valores morales. Ante cualquier elección será moralmente más correcta
aquella opción que proporcione la mayor felicidad para el mayor número.
El utilitarismo de Bentham
es, en cierto modo, heredero del empirismo de Hume (1711-1776), que abogó
por introducir el método experimental también en las cuestiones morales. En
este sentido, Bentham rechaza la metafísica y se fija en el
comportamiento humano empíricamente accesible para formular sus principios
éticos. El hombre, según Bentham, es egoísta, se encuentran bajo el
dominio de “dos amos soberanos”: el dolor y el placer, y
por lo tanto persiguen el placer y huyen del dolor. La guía para la acción es computo
aritmético de las consecuencias placenteras y dolorosas de las acciones
particulares.
Para Bentham la filosofía
moral tiene que ser práctica. En ese sentido su ética está elaborada pensando
no sólo en la utilidad personal, sino sobre todo en el ámbito político y
legislativo. Trata de armonizar la felicidad individual con la colectiva: las
leyes deben tener como finalidad la mayor felicidad de la comunidad.
Pero, ¿cómo realizar ese cálculo
del mayor placer y el menor dolor? Bentham estima que todos los placeres
son de una misma clase, que solo difieren cuantitativamente en su
intensidad, duración, proximidad, etc. y esto puede facilitar los “cálculos” en
la toma de decisiones morales. Queda, sin embargo, el problema de combinar el
egoísmo con la preocupación por la felicidad general, ¿cómo se armoniza? Bentham
apunta tres vías: i) podemos obtener placer a través al contemplar el placer de
los otros; ii) las leyes nos inducen a respetar los intereses de los demás,
aunque solo sea por el cálculo utilitarista de evitar los castigos penales
(cárcel), que tiene consecuencias dolorosas¸ iii) puedo convencerme de que la
cooperación puede aportarme beneficios a largo plazo.
El utilitarismo de J.S. Mill
arranca de Bentham. El primero entiende el utilitarismo como una “teoría
de la felicidad”, pues “las acciones son justas en la proporción con que
tienden a promover la felicidad e injustas cuando tienden a producir lo
contrario a la felicidad”. “Felicidad” y “placer” son sinónimos en Mill.
Sin embargo, la consideración de que todos los placeres son de la misma clase lo
aleja de Bentham. Para Mill existe una diferencia cualitativa en
los placeres. Algunos tienen más valor que otros: los hay “superiores” e
“inferiores”. Lo ilustra señalando que “es mejor un Sócrates insatisfecho que un
tonto satisfecho”. La felicidad como fundamento de la moral es para Mill
un axioma y por eso no se preocupa por su demostración. La felicidad en un conjunto
del que forman parte distintos valores, como la virtud, la salud, el dinero o
la fama. Estos elementos no son medios que conducen a la felicidad, sino pate
de ella. Pero si la felicidad se emplea para describir cualquier meta que el
hombre se proponga, puede acabar por vaciar de contenido a la misma, ya que “los
hombres quieren ser felices” acabará significando que “los hombres quieren
alcanzar sus metas”, lo cual es de poca utilidad para una filosofía moral que
se pretende práctica.
Se ha criticado el utilitarismo
de distintas maneras. El concepto de la mayor felicidad para el mayor número
como criterio moral, puede ser usado para defender una sociedad totalitaria que
no respete los derechos humanos, en la que, por ejemplo, puede haber una mayoría
para la que la mayor felicidad signifique la pena de muerte para las personas
homosexuales, o el asesinato en masa de los judíos. Por otro lado, se ha apuntado que Mill utiliza
un razonamiento erróneo al identificar “lo que todos los hombres desean” con “lo
deseable” o “lo que debe ser deseado”. Es decir, deduce el “deber ser” del “es”
(falacia naturalista).
Junto a su versión de la doctrina
del utilitarismo, J.S, Mill mantiene unas posiciones filosóficas comprometidas
con los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Bertrand Russell
señala que sin duda merece la elevada reputación que tuvo en su época debido a
sus virtudes intelectuales, su probidad moral y su elevada visión del objetivo
de la vida.
Bibliografía
Victoria Camps. Breve Historia de la Ética. RBA. Barcelona,
2013
Alasdair MacIntyre. Historia de la ética. Paidos. Barcelona,
1982
Gerardo López Sastre. Stuart Mill. El utilitarismo que cambiará
el mundo. Prisanoticias Colección, 2021
John Stuart Mill. El utilitarismo. Alianza editorial. 2014
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