HUMANISMO SIN DIOS

 


El humanismo renacentista representado por Pico della Mirandola (1463-1494) o por Erasmo de Rotterdam (1466-1536)[1], era un humanismo en el seno del cristianismo. Ese humanismo, en la que la dignidad del hombre reside en su capacidad para usar su inteligencia y actuar como un hombre libre, se va transmutando con los “filósofos” de La Ilustración Francesa, con la contribución de autores como Feuerbach y Marx, y ya en el siglo XX con filósofos de la talla de Sartre y Bertrand Russell, en un humanismo sin dios, en un humanismo ateo.

Los filósofos de la Luces adolecían de un cierto optimismo ingenuo. Consideraban que, si se lograban eliminar las supersticiones impuestas a la humanidad por la alianza entre la autoridad espiritual de los curas y la temporal de los tiranos, se llegaría el triunfo de la felicidad y la virtud, al reino de la razón. Los obstáculos, señalaban, no están en la naturaleza humana, sino en los poderes eclesiásticos y políticos. En cierto modo abogaban por una sustitución del cristianismo por la “religión de la humanidad”.

Una de las bases del actual humanismo secular es la de su alianza con la ciencia. El avance de la ciencia ha ido fortaleciendo una visión del mundo y del hombre que se aparta de las explicaciones históricas y convencionales dadas por la religión. No sería exagerado señalar que el crecimiento de la ciencia ha socavado la credibilidad de la religión. Es cierto que ya no se alegan los clásicos argumentos racionales (ontológicos, cosmológicos y teleológicos) en favor de la existencia de Dios que con tanta aceptación expusieron filósofos cristianos como San Anselmo o Santo Tomas de Aquino. Tampoco se cuestionan, por los creyentes más razonables, las teorías científicas plenamente establecidas, como la Teoría de la Evolución de Darwin. Para muchos creyentes la fe, la revelación, es la base de su creencia en Dios, no necesitan dar razones, la razón es irrelevante.  Sin embargo, para la mayoría de los humanistas seculares este desdén por la razón no es aceptable.

Se humanista significa tener en alta estima a los seres humanos. Pero ¿qué tienen de especial?

Una comprensión científica de los seres humanos parecería conducir a una visión materialista en la que tanto una estrella como un ser humano obedecen a ciertas leyes físicas. Los seres humanos serian únicamente sistemas físicos, cuyo comportamiento puede explicarse del mismo modo que un astrónomo explica el de una estrella, en función de los átomos y moléculas que la componen y de la energía y las fuerzas que actúan. Aquí se intuye un cierto dilema para el humanismo ateo: por una parte, se señala que hay algo en los seres humanos que les confiere una especial significación, celebraba las altas cualidades de los seres humanos. Por otra parte, su alianza con la ciencia parece comprometer al humanismo con una concepción materialista de los seres humanos que tiende a equipararlos al resto de sistemas del universo.  En cierto modo, pareciera dejar fuera lo mental, las capacidades intelectuales, los deseos, los miedos, las emociones, nuestras experiencias conscientes.

No es así. Es la consciencia, el ser conscientes de nuestro propio estado mental y experiencias, lo que nos hace distintivamente humanos. Cualquier teoría científica razonable sobre el ser humano debe reconocer el hecho de que tenemos estados mentales conscientes, y que además existe una continuidad ininterrumpida de procesos físicos, desde los movimientos musculares hasta los procesos cerebrales, y que no existe una entidad misteriosa llamada mente separada del mundo físico. El dualismo mente-cuerpo no es creíble.

Al mismo tiempo la consciencia es una precondición de nuestro estatus de seres morales. Mucha gente considera que en un mundo sin Dios no hay soporte para los valores morales. Si éstos son meramente una creación humana, la moralidad colapsa, ya no importa lo que hagas. La moral seria, básicamente, un cumplimiento de los mandamientos divinos. Aunque por otro lado podría señalarse que en realidad se estaría actuando no por razones morales sino por miedo, para tratar de evitar el castigo divino, en esta vida o en la otra.

La alternativa humanista señala que los valores morales no son mandamientos divinos sino valores humanos. Sin embargo, esta posición filosófica podría interpretarse como una forma de “subjetivismo moral”. Mientras que los hechos de la realidad serían objetivos, los valores morales serian subjetivos, de modo que, en el extremo, lo correcto y lo incorrecto corresponde a cada uno. “Si Dios no existe todo está permitido”, sentenció Dostoievski.

No es ésta la posición del humanismo secular. Que los valores morales sean valores humanos no significa que sean arbitrariamente ideados por cada individuo para reflejar sus preferencias personales. Son valores humanos compartidos, y por lo tanto tienen vinculación con ciertas características de nuestra naturaleza como seres humanos. ¿Cuáles son?

Sin duda uno de los valores distintivamente humanos es el valor del bienestar humano. El logro de la felicidad y la disminución del dolor y el sufrimiento humano. “Las acciones son correctas en proporción a su tendencia a promover la felicidad, y equivocadas cuando tienden a promover lo contrario de la felicidad”, señala Stuart Mill. Este enfoque utilitarista, que aboga por el incremento de la “felicidad general” como test para valorar las acciones, sin duda es un buen punto de partida, pero debe complementarse con otros enfoques, ya que puede conducir a pisotear derechos de individuos o grupos bajo el pretexto de lograr un bien mayor. Es decir, falla en no considerar que hay límites para sacrificar los intereses de algunas personas en aras del interés general. Esta idea de que hay límites morales al trato permitido a los seres humanos se ha articulado a través de los derechos humanos, tanto los reconocidos por la Declaración Universal de las Naciones Unidas como por la Convención Europea.

Así que la moralidad humanista debe combinar los dos componentes, aquellos que incluyen la promoción del bienestar de los otros (acciones de cuidado) y aquellas que incluyen el respeto a la autonomía de los otros (acciones de respeto).

Existen valores humanos compartidos, universales, enraizados en nuestra naturaleza como seres humanos y que son independientes de las creencias religiosas. Estos constituyen una base racional para señalarnos como debemos vivir, para definir y comprender lo que constituye una buena vida.

 

 [1] Ver la entrada: La filosofía del humanismo

 

Bibliografía

On Humanism. Richard Norman. Routledge. London, 2004

British Humanist Association: www.humanism.org.uk

International Humanist and Ethical Union (IHEU): www.iheu.org

 

 



[1] Ver la entrada: La filosofía del humanismo

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