LA FILOSOFIA DEL HUMANISMO

 

El término humanismo aparece en el siglo XIX como un proyecto educativo orientado a los estudios clásicos, aunque después se aplicó retrospectivamente al ámbito cultural del Renacimiento italiano de los siglos XV y XVI.  Sin embargo, el vocablo humanista ya hacía referencia en el Renacimiento a los escritores y pensadores que cultivaban y enseñaban los studia humanitatis, que abarcaban la gramática, retórica, poesía y ética. A partir de Francesco Petrarca (1304-1374), considerado el padre del humanismo, se inicia un movimiento de valoración de la antigüedad clásica griega y latina, a la que se considera como una referencia espiritual y cultural. Se inicia con pasión un trabajo de investigación, interpretación y traducción de códices y manuscritos de la antigüedad recuperados en las bibliotecas y archivos polvorientos de los monasterios de toda Europa. Coluccio Salutari (1331-1406), gran canciller de Florencia y Poggio Braccioli (1380-1459), secretario del papa, invirtieron esfuerzos y fortuna coleccionando manuscritos antiguos. El prestigioso intelectual italiano Eugenio Garin asegura que el inicio del Renacimiento “es filológico, porque los estudios humanísticos, a través de las letras humanas, quieren conquistar la humanidad, la espiritualidad humana de la cual ellas son expresión”

¿Fue el Renacimiento una época de grandes avances filosóficos?

Se ha señalado que en realidad el Renacimiento no fue un periodo de grandes logros filosóficos, más bien el humanismo fue un movimiento literario y educativo, de un pequeño número de eruditos que contaban con el aliento y el apoyo firme de los poderosos. Según Bertrand Russell, “estaban demasiado ocupados en adquirir conocimientos sobre la antigüedad para ser capaces de producir algo original en filosofía”.

Para los más ilustres humanistas el fundamento de toda cultura estaba vinculado a la lengua y a la literatura clásicas. Era a través de los studia humanitatis como se lograría alumbrar un nuevo tiempo. Para Lorenzo Valla (1407-1457) el latín es la contribución más relevante al bien de la humanidad, liberó a los pueblos de la barbarie y les abrió las puertas de la sabiduría.

El humanismo del Renacimiento fue sobre todo un movimiento educativo. A mediados del Cuatrocientos los studia humanitas se habían convertido en un programa escolar generalizado, y como indica Francisco Rico “el triunfo supremo del humanismo, por más de tres siglos, radica en haber puesto los cimientos de la educación que formó a las elites europeas”. Sin embargo, Eugenio Garin reivindica el valor filosófico del humanismo, que, si bien no construyó sistemas filosóficos de envergadura, impulsó “otro tipo de especulación no sistemática, abierta, problemática y pragmática”.

Hay dos aspectos que caracterizan a la filosofía humanista: i) El aliento dado al estudio de Platón y del neoplatonismo, promoviendo el análisis de primera mano de sus textos y ii) La influencia de las creencias supersticiosas y las “ciencias ocultas” apoyadas en textos de resonancias mágicas, como el Corpus Hermeticus de Hermes Trismegisto. En ambos aspectos, el trabajo de brillantes humanistas como Marsilio Ficino (1433-1499) fue decisivo: tradujo los textos esenciales de Platón y de los neoplatónicos como Plotino, así como los textos de Pseudo-Dionisio Aeropagita. Asimismo, tradujo el Corpus Hermeticus y los Himnos de Orfeo.

El humanismo renacentista fue cristiano: en los siglos XV y XVI no había vida fuera de la religión. Platón y el neoplatonismo casan bien con la teología cristiana, así que su reintroducción fue bien recibida y de paso evitaba a los intelectuales problemas con la Iglesia por su excesivo interés en la antigüedad pagana. Gran parte de la difusión del platonismo se debe a la Academia platónica de Florencia, fundada por Cosimo de Medici (1389-1464) y dirigida por Marsilio Ficino. El interés por Platón, y en cierto modo las críticas a Aristóteles, contribuyeron a socavar los cientos del sistema escolástico medieval, que suponía un impedimento para el avance intelectual.

Tal como señala Giovanni Reale, “aunque el Renacimiento consideró a Hermes  Trismegisto una especie de profeta pagano, tan antigua como Moisés, y le atribuyó una enorme autoridad, hoy sabemos que jamás existió. Los escritos que se le atribuyen son falsificaciones de la época imperial, que combinan platonismo con elementos tomados de la teología cristiana y una forma de gnosis místico-mágica.  Así que las creencias supersticiosas de muchos humanistas, apoyadas en estos textos, en la magia, la brujería y la astrología, no ayudo a que “los hombres pensaran racionalmente sino a abrir sus mentes a toda clase de antiguos desatinos”, asegura Bertrand Russell.

Pero, sin duda, el humanismo contribuyó a una intensificación del interés en la naturaleza humana, en la dignidad humana.  En este sentido, fue Giovanni Pico de la Mirandola (1463-1494) quien a parte de dar un impulso a las “ciencias ocultas”, al cabalismo cristiano, proporcionó uno de los escritos humanistas más relevantes, La Oración por la dignidad del hombre, un canto optimista a la libertad del hombre. En la oración, Dios le dice a Adán: ”La naturaleza limitada de las otras criaturas está contenida en leyes prescritas por mí. Tú, en cambio, te las determinarás, no constreñido por ninguna barrera, síno según tu arbitrio, a cuyo poder te confío. Te he puesto en el centro del mundo para que desde allí puedas dilucidar todo aquello que hay en el mundo”. Como apunta Rafael Argullol, “este radical antropocentrismo y esta insólita confianza en la libertad humana, en parte griega en parte cristiana, representa la corriente más luminosa del humanismo renacentista”.

Fuera de Italia, a principios del siglo XVI, el florecimiento del humanismo está ligado a Erasmo de Rotterdam (1466-1536), a su amigo Tomas Moro (1476-1535) y al español Luis Vives (1492-1540). No eran filósofos en sentido estrictico, despreciaban la filosofía escolástica y abogaban por una reforma eclesiástica, aunque no secundaron la Reforma protestante. Para los no especialistas, hoy en día sus biografías son de mayor interés que la mayoría de sus obras.

Un siglo después, en el XVII, las nuevas orientaciones intelectuales vinculadas a la revolución científica de Copérnico, Galileo y Kepler, o el giro filosófico protagonizado por Descartes, significaron un olvido de los humanistas, que quedaron como valiosas piezas de museo. Los problemas ya no se resolvían “con autoridades y diccionarios griegos”, o con la admiración por la sonoridad de Cicerón, sino con la razón y la experimentación.


Bibliografia

Giovanni Reale y Dario Antiseri. Historia de la Filosofía. II.1 Del Humanismo a Descartes

Francisco Rico. El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo. Edi. Crítica, 2014

Eugenio Garin. El Renacimiento Italiano. Edi. Austral, 2012

Bertarnd Russell. Historia de la Filosofia. Occidental. Tomo II. Austral, 2010.


 

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