EL BANQUETE (II). El discurso de Sócrates
El discurso del poeta Agatón es recibido con un estruendoso
aplauso. Con él finalizan las alocuciones de los asistentes al Banquete (Fedro,
Pausanias, Erixímaco y Aristófanes) que preceden al discurso de Sócrates. Su
discurso ha sido muy lustroso, brillante en la forma, como corresponde a un
poeta, pero con poco contenido. Sin embargo, ha resaltado dos aspectos que
luego retomará Sócrates: Eros está siempre ocupado con la belleza y reside
en las almas de los hombres.
Sócrates elogia la belleza del discurso de Agatón, “espléndido
y variado”, aunque “los otros aspectos no han sido igualmente admirables”.
Señala que, aunque lo prometió, él no
hará un encomio a Eros como los realizados hasta
ahora (“lo prometió su lengua, pero no su corazón”), centrados en
atribuir todo tipo de cualidades y bellas palabras a Eros, aunque no sean
reales. Él dirá la verdad.
Previo a su discurso, Sócrates, a través de un breve diálogo, conduce dialécticamente a Agatón a aceptar que, a pesar de lo dicho en su
discurso, Eros no posee belleza, puesto que “ama aquello de lo que
está falto y no posee”.
Sócrates no realiza un discurso convencional, como el resto
de los oradores, sino que les cuenta la conversación que mantuvo con Diotima,
una sacerdotisa de Mantinea, a la que atribuye todo lo que va a transmitirles
sobre “las cosas del amor”. Primero mostrará quién es Eros y cuál es su naturaleza y después expondrá
sus obras.
Eros no es
bello ni bueno. Pero esto no equivale a que sea feo y malo, toda vez que hay
categorías intermedias. Como hay una
cosa intermedia entre la sabiduría y la ignorancia, que es la recta opinión.
A través del
dialogo dialectico, Diotima conduce a Sócrates a reconocer que Eros no es un
dios, sino algo intermedio entre un dios y un mortal. Su
naturaleza es la de un demon. Es
un intermediario, un mensajero, un vínculo, entre los
dioses y los hombres. Eleva las suplicas y los sacrificios de los hombres, y
traslada las órdenes y recompensas de los dioses a los hombres. Su naturaleza
deriva de sus progenitores, Poros y Penia.
Eros es hijo de Poros (Recursos) y Penia (Pobreza). Ésta se
presenta en la fiesta del nacimiento de Afrodita, y encuentra a Poros durmiendo
plácidamente, embriagado de néctar. Con alevosía, se acuesta a su lado y
concibe a Eros. Al ser engendrado en la fiesta de Afrodita, Eros es amante de lo
bello, ya que Afrodita es bella.
Hereda de la
madre (ignorante e indigente): ser pobre, duro, seco, ir descalzo y no tener
casa. Se acuesta a la intemperie en puertas y caminos.
Heredada del
padre (rico en recursos): siempre al acecho de lo bello y de lo bueno; valiente
y audaz; ávido de sabiduría y amante del conocimiento (al
contrario que los dioses, que no aman ser sabio porque ya lo son), mago y
sofista.
A través de esta metáfora Eros se nos presenta con una
naturaleza doble, fluctuante entre mortal e inmortal; entre el devenir y lo
eterno, la idea y el fenómeno. A veces
florece y vive, otras, muere. Navega entre la sabiduría y la ignorancia.
Ni los sabios ni los ignorantes aman la sabiduría, puesto
que ya la poseen. Tampoco la aman los ignorantes, al no saber siquiera que
existe y creerse hermosos, buenos y sabios. ¿Quiénes entonces? Los que están
entre los dos, entre ellos Eros. Eros está
entre el sabio y el ignorante. Es amante de lo bello y de la sabiduría,
ya que la sabiduría es una de las cosas más bellas.
Función de Eros para los hombres
Eros es amor de las cosas bellas. El que desea las cosas buenas
desea poseerlas y por lo tanto será feliz. Los felices lo son porque poseen
cosas buenas. El amor tiende a la felicidad, a la que todos los
hombres tienden. Los enamorados, a pesar de la leyenda, no buscan su otra mitad
(mito contado en el discurso de Aristófanes), sino el bien. Lo que los
hombres aman no es otra cosa que el bien. “El amor es el deseo de poseer siempre
el bien”.
Diotima convierte lo bello y lo bueno como si de los mismo
se tratara. El amor es la producción de la belleza. “Pues el amor,
Sócrates, no es amor de lo bello, es amor de la generación y procreación de
lo bello.
El Eros es una fuerza que impulsa una búsqueda de procrear
en lo bello, sea a nivel físico o a nivel espiritual. La generación es una
victoria de lo mortal sobre la muerte, fuerza que garantiza una permanencia en
el ser. La generación es algo eterno e inmortal en la medida que puede existir
en algo mortal. Y es necesario desear la inmortalidad junto al bien, si
realmente el amor tiene por objeto la perpetua posesión del bien. El amor es
también amor de la inmortalidad.
Diotima separa: i) los que son fecundos según el cuerpo,
que buscan la inmortalidad por la procreación de hijos, ii) los que son fecundos
según el alma, mediante la que conciben y dan a luz el conocimiento y
cualquier otra virtud, como los poetas. Pero la procreación de un conocimiento
mayor y más bello corresponde a la “regulación de lo concerniente a las
ciudades y familias, cuyo nombre es mesura y justicia”. Estos “fecundos
en el alma”, a la edad de procrear y engendrar buscan en su entorno la belleza
en la que pueda engendrar, buscan cuerpos y almas bellos, nobles y “bien
dotada por naturaleza, y en común engendran hijos más bellos y más
inmortales”, que son preferibles a los humanos. Son ejemplos Licurgo y Solón,
entre otros griegos y barbaros, que engendraron leyes virtuosas y otras
hermosas obras.
La escalera de Eros
El Eros vive en las almas de los hombres. Diotima, señala Sócrates,
le muestra una escala ascendente de los diversos tipos de amor, en el que el
amor a las mujeres ocupa el lugar más bajo, apropiado solamente para aquellos
que no pueden ser poetas ni hombres de Estado o filósofos. Este camino erótico,
el camino dialéctico del filósofo, tiene es como una escalera de 5 peldaños:
El primer peldaño consiste en el amor por la belleza
que se encuentra en un cuerpo bello, en todos los cuerpos bellos, no tanto vinculado
con el placer ligado al sexo cuánto la búsqueda de la emoción que produce la
belleza. El segundo peldaño se vincula no con la belleza del cuerpo,
sino con la verdadera belleza del hombre, la de su alma. De ella nacen la
poesía y los discursos capaces de hacer crecer a los jóvenes y al amante en la
virtud. Las acciones y las leyes humanas constituyen el tercer peldaño. La belleza ligada a la gestión de la ciudad
que provoca armonía, justa medida, templanza y justicia, que hace que los
Estados estén bien ordenados. El cuarto grado consiste en la belleza de
las Ciencias, como las matemáticas, del orden, de la simetría. El máximo
grado coincide con la visión de la Belleza, con aquel momento en el
cual lo bello se manifiesta en sí mismo.
Se trata de una ascensión dialéctica que parte de las cosas
sensibles para llegar a las formas y a las ideas, y pasando a través de las ciencias
matemáticas, llega a la visión del Bien. Eros es la búsqueda continua de ese
Bien a través de lo Bello. Lo bello no es sino el bien que se manifiesta.
Eros se identifica con el filósofo, que está siempre
en busca de la sabiduría, asciende cada vez más a lo alto en el proceso de su adquisición,
pero no la alcanza nunca por completo.
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