La naturaleza del Tiempo

 ¿Qué es el tiempo? “Si no me lo pregunta nadie, lo sé; pero si se lo quiero explicar al que me lo pregunta, no lo sé”. Con esta aparente perplejidad respondía Agustín de Hipona a esta escueta pregunta. Dieciséis siglos después, los filósofos y los físicos siguen tratando de descifrar la verdadera naturaleza de este escurridizo ente.

Los filósofos viene ocupándose de desvelar qué es el tiempo desde la Grecia antigua.  Para algunos, principalmente Aristóteles, el tiempo es simplemente una medida del cambio. Otros, como los eleatas (Parmenides, Zenon), negaron la realidad del cambio y por lo tanto negaron la realidad del tiempo.  Para estos filósofos idealistas, el tiempo es una ilusión, una mera idea de la mente que no puede atribuirse a lo que realmente ocurre en la naturaleza. Para apoyar sus tesis, Zenon formuló ingeniosas paradojas como la de “Aquiles y la tortuga”.

Para Aristóteles el cambio es real: los objetos se mueven de un lugar a otro, las plantas crecen, las estaciones cambian, el agua se evapora. El tiempo, que captura alguna propiedad de la naturaleza, no es independiente de estos eventos, de modo que toda discusión sobre el tiempo esta inmersa en la relación temporal entre las cosas y los eventos. Sin embargo, tiempo y cambio no son idénticos, mantienen una relación similar a la existente entre la cosa medida y el instrumento de medida. Al igual que medimos la temperatura con un termómetro, el tiempo es simplemente la medida del cambio: “El tiempo es un número de cambio con respecto al antes y el después”, afirma Aristóteles.

En el siglo XVII, con Newton, los físicos irrumpen en el debate sobre la naturaleza del tiempo. Las leyes matemáticas que describen el movimiento permiten formular la existencia real del tiempo y del espacio como entidades en sí mismas.  El tiempo y el espacio serían como contenedores que incluyen a los cuerpos y a los eventos. El tiempo en si mismo y su paso son independientes de las cosas, lo que lleva a Newton a formular la existencia del tiempo absoluto, que fluye por si mismo, sin relación con nada externo (realismo).

Las leyes universales de la dinámica newtoniana, que postulan la existencia del movimiento absoluto y consecuentemente la del tiempo y el espacio absolutos, se vieron cuestionadas por la teoría de la relatividad especial de Einstein: La simultaneidad es relativa.

Dos hechos separados ocurren al mismo tiempo (simultaneidad) sólo para los observadores que están en el mismo “marco de referencia”, es decir que se mueven a la misma velocidad. Dos observadores en distintos “marcos de referencia” (por ejemplo, un observador “parado” en el andén de la estación y otro viajando en un tren de alta velocidad) no percibirán como simultáneos dos eventos. Por lo tanto, el “ahora”, el presente, es relativo para cada observador situado en diferente marco de referencia. Y no existe un marco de referencia privilegiado, verdadero. La conclusión: el tiempo absoluto carece de sentido.

Naturalmente esto tiene consecuencias metafísicas. La percepción del tiempo en términos de pasado, presente y futuro queda cuestionada, ya que son diferentes para distintos observadores, nadie tiene el privilegio de fijar cuando es “ahora”.

Esto sin duda es contraintuitivo. La universal percepción humana del tiempo en términos de pasado, presente y futuro, o mediante relaciones del tipo “antes que”, “después de”, no puede arrinconarse sin que nos cause extrañeza. Aunque hay razones lógicas (McTaggart) y físicas (Einstein) para cuestionar la realidad del paso del tiempo, no parece asumible considerar el tiempo, el presente, el pasado y el futuro como una “obstinada y persistente ilusión”. El tiempo físico parece diferir del tiempo psicológico.

Kant señalaba que el tiempo es una forma de la experiencia sensible.  Nuestra mente registra las percepciones y las experiencias y las ordena temporalmente. Lo cierto es que tenemos una comprensión intuitiva de la diferencia entre futuro, presente y pasado, y no podemos contemplar el mundo sin la aprehensión del cambio, del fluir del tiempo.

 Quizá no sea posible unificar en una sola teoría la concepción física y la percepción psicológica del tiempo. Confiamos en Einstein, pero seguimos pensando con Bergson que “en verdad, toda sensación es ya un recuerdo”.


Bibliografía

Adrian Barron. A bief history of the philosophy of time. Oxford University Press (2013)

Jimena Canales. El físico y el filósofo. Edi. Arpa (2020)

Earl Connee y Theodore Sider. Acertijos de la existencia. Alianza editorial (2013).

Ned Markosian et al. Time. Standford Encyclopedia of Philosophy (2020)

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