LA VEJEZ, según Cicerón

Cicerón (106-43 a. C.) presenta sus meditaciones sobre la vejez a través de un dialogo en el que Catón el Viejo (234-149 a. C.), el político más importante de su tiempo y un brillante orador y escritor ofrece sus reflexiones a los jóvenes Escipión y Lelio.

 La visión que Cicerón tiene de la vejez es optimista. La observa como una etapa “sosegada y plácida”, pero siempre que se tengan recursos interiores y sean la continuación de una vida “vivida con tranquilidad, sencillez y dignidad”: “Para quienes no tengan ningún recurso interior con el que vivir bien y felizmente, cualquier edad es pesada”. 

 Trata de refutar algunos de los perjuicios que se atribuyen a la vejez, como que impide la actividad. La vejez no impide hacer cosas, señala, y es precisamente el interés y la ocupación la que permite que permanezcan las capacidades en los mayores. Hay que seguir aprendiendo, estudiando: “también yo lo hice al aprender de mayor la lengua griega”. 

 Claro que la vejez debilita la fuerza, pero lo apropiado es adaptarse y “cualquier cosa que se haga, hacerla a la medida de las fuerzas”. Recomienda cuidar la salud, realizar ejercicio moderado, y “comer y beber para reponer fuerzas, no para aplastarlas”. Pero tan importante como el cuidado del cuerpo es el de la mente y el ánimo: “hay que evitar la vejez somnolienta, perezosa e indolente”. 

 No le preocupa en absoluto que la vejez prive del placer, es más, lo agradece. Cicerón asegura que el deseo del placer es el origen de “los crímenes y las fechorías”, impide la moderación y la virtud, estorba la reflexión y es enemigo de la razón. Así que no echa de menos los placeres intensos y agradece a la vejez que “logra que no apetezca lo que no conviene”. Una vez hemos cumplido en nuestra juventud con el placer, con todas las pasiones, las ambiciones, las enemistades y las rivalidades, y teniendo un “poco de estudio y de ciencia como alimento, no hay nada mas agradable que una vejez tranquila”. Cicerón es consciente que es la cercanía de la muerte la causa que mas angustia y preocupa, así que valiéndose de las enseñanzas estoicas señala que cada uno “debe contentarse con el tiempo que se la ha dado para vivir”. No hay que darle importancia a la muerte, asegura, pero esto debe meditarse desde la juventud, ya que sin esta reflexión no puede haber tranquilidad de espíritu. “Es cierto que hay que morir y es incierto si hoy mismo”. 

 

Tras leer estas reflexiones casi apetece ser viejo, pero como Cicerón: saludable, rico, venerado e inteligente.

Comentarios

  1. Efectivamente. Leyendole apetece ser viejo, pero su descripción es irreal, obvia q en la vejez hay enfermedad que mina el animo y las fuerzas. Asi mismo la pasión q tenemos de jovenes - no solo la sexual- imprime intensidad a nuestras vidas, no estoy de acuerdo con que despues de haberlo vivido no hay nada mas agradable que la vejez tranquila....sigamos manteniendo pasión por ciertos ámbitos de la vida, sintamos esa intensidad y alegría...demadiasa tranquilidad puede conducir al semo.

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